Hace ya mucho tiempo un moro llego
al Pazo del Rosal para pedirle a la señora del pazo un carro de bueyes para ir
a la cueva de la “Moura del Paralaia”.
La mujer al principio no se los
quería prestar, pero como el moro insistió, la señora le dejó los bueyes y dos
sirvientes que traerían de vuelta al pazo el carro con los bueyes.
El moro y los sirvientes se montaron
en el carro y fueron al monte del Paralaia, al llegar al lugar donde estaba la
cueva, él les dijo que esperasen fuera.
El moro se adentró en la cueva,
mientras los sirvientes esperaban, comenzó a llover muy fuerte, al rato salió
el moro y paro de llover.
Con él traía una figura que él dijo
que era un santo.
Los dos sirvientes cogieron el santo
y lo metieron en el carro y lo bajaron hasta la playa de la Junquera, allí el
moro se despidió de los sirvientes, se sentó encima de la figura y de repente
los dos desaparecieron.
Un año después, llegó al pazo una sobre
para la señora, con una carta y un pañuelo de seda roja dentro. Era una carta del moro con muestras de
agradecimientos por los bueyes y la ayuda de los sirvientes.
El moro le pidió que lo guardase en
pañuelo de seda rojo.
La señora cogió el pañuelo y lo colgó
en una rama de un nogal del jardín al que ella tenía mucho aprecio, a la mañana
siguiente cuando la señora fue a mirar el nogal había desaparecido.
Y colorín colorado este cuento se ha
acabado.
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