Este cuento comienza en A Poza da Moura, en Domaio, remontándose millones de años atrás, donde vivían extraños seres, con una inteligencia superior a la humana, llamados mouros y mouras, el primero es denominado para los machos, y el segundo, para las hembras.
Había distintos posicionamientos sociales, algunos eran campesinos, otros reyes, nobles…
Eran muy inteligentes, pero el capitalismo los mataba.
Los mataba como pasará en este cuento:
Érase una vez, una moura de la nobleza, que vivía encerrada en A Poza da Moura, la había encerrado un campesino, poniéndole unas rejas, y dejándole así un limitado espacio. El padre de la moura iba todos los días a darle de comer a su hija, y siempre intentaba cortar o destrozar las rejas de alguna manera, pero solo era posible que ella saliera de allí colándose entre ellas.
Un día, el padre le dio una peineta de oro y le dijo:
-Hija…Querida Laurel… No apareceré durante unos años… Quiero que cojas esta peineta de oro y todos los días, a las nueve de la mañana y de la noche te peines con ella ¿vale?
-De acuerdo- dijo Laurel- Pero… Prométeme que volverás papá.
- Claro, volveré, te lo prometo- contestó este , mientras a la moura le iba cambiando el color de piel tan blanco que tenía a uno negro carbón, imposible de conseguir en una piel humana. Sus ojos, de un azul casi blanco , pero que nunca pasaba desapercivido , se convirtieron en unos ojos diabólicos, con la que normalmente es la parte blanca del ojo, de un color rojo sangre, con el iris negro , y la pupila también roja.
A continuación , le dijo a su padre:
- Prométemelo- mientras, este, salió corriendo.
La moura pasó años y años encerrada, y todos los días , a las nueve de la mañana y de la noche se peinaba con la peineta de oro.
Poco a poco, Laurel y el campesino se fueron enamorando. Cada día, el mouro se arrepentía más y más de haber encerrado a su enamorada.
Todos los días iba a verla, darle de comer… Hasta, que un día, como podía ser otro cualquiera, el mouro se quedó dormido al pie de donde la moura se encontraba, y a la mañana siguiente se despertó. Vio a Laurel peinándose con la peineta.
Él estaba dispuesto a desirle el truco para salir de la jaula. Pero justo en ese momento, el oro de la peineta reflejó el sol, dejando ver un deslumbrante brillo.
En ese mismo momento, el padre de Laurel salió de detrás de unos arbustos y le clavó una especie de daga en la espalda al mouro.
Laurel comenzó a llorar, por la muerte de su enamorado, y permitió que la peineta dejara su destello en un árbol, este se comenzó a quemar, y con él, todo el bosque, también Laurel, su padre y el mouro.
Niños, así acaba esta rara y no recomendada historia, no la oiréis en ningún sitio más, pero debéis tener mucho cuidado de no meteros realmente en el cuento, o moriréis quemados vosotros también-
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