lunes, 18 de junio de 2018

Santa Compaña. Mauro Brañas

Hoy día 4 de Mayo a medianoche, en Moaña, la Santa Compaña sale por la puerta del cementerio a hacer una procesión por las calles de la parroquia, con ella sale una chiquilla llamada Dulcinea una pequeña que acababa de fallecer, ella echaba mucho de menos a sus parientes y en aquella noche tenía pensado escaparse de la procesión para ir a ver a sus parientes y luego volver al cementerio.
A las doce en punto empieza la procesión, van vagando por todas las calles hasta que Dulcinea topa con su casa, ella sale corriendo hacia su hogar, allí encuentra a su madre con una foto de ella y mirándola con tristeza Dulcinea entra por la puerta a sentarse a su lado. Ella intenta hablar con su madre pero su madre no la escucha entonces le da un beso en la mejilla y se va, fuera se encuentra a su perro, que este si la ve, entonces el perro se lanza sobre ella, ella se queda asombrada ya que nadie vivo la podía ver, el perro se le queda mirando. De allí a un rato pasa su padre por al lado, él llevaba en la mano un vaso de agua y se dirigía a la madre, se lo ofreció y ella se lo bebió, los dos se abrazaron mirando la foto.
De allí a un rato sus padres intentan irse a dormir, al principio no pueden por la pena, pro caen rendidos después de algunos días sin dormir. Dulcinea se les queda mirando con el perro al lado. Se le hace tarde, muy tarde, ella también se quedó dormida en su antigua cama, intenta ir corriendo al cementerio, aunque ya está amaneciendo. Cuando llega allí las puertas están cerradas, intenta entrar por otro lado pero no puede. El resto de su grupo ya había ido por cada casa a visitar a sus futuros compañeros pero ella no había ido, estaba amaneciendo y no había entrado en su tumba y si no entraba se quedaría atrapada en el mundo de los vivos. Ella se acuerda de un muro que estaba roto en una esquina del cementerio por culpa del viento, pero esa esquina estaba al otro lado del cementerio y no sabía si le daría tiempo a traspasarlo. Ella lo intentó, fué corriendo hasta la otra esquina a la parte con el muro roto, entró y empezó a correr, sonaban las campanadas del amanecer y los fallecidos estaban metidos o se estaban metiendo en sus tumbas y ella estaba cruzando todo el cementerio, quedaban dos campanadas y ella ya casi estaba, pegó un salto y de una consiguió llegar de una justo en la última campanada a su tumba.
A la mañana siguiente su madre y su padre aparecieron por el cementerio con un gran ramo de flores, ella los podía ver aunque ellos a ella no, colocaron en ramo en su tumba y se fueron a casa. Las flores eran las favoritas de la pequeña Dulcinea.

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