Érase una vez, hace mucho, mucho, tiempo… Según este cuento, claro, habrá millones que traten de este mismo tema, y en este mismo lugar… Bueno, vamos a empezar otra vez:
En el Monte paralaia, hace mucho, mucho tiempo, antes incluso de la existencia humana y cualquier ser que podamos ver en los libros de historia, las mouras, con poderes extraordinarios, vivían allí, en una cueva encontrada en ese monte.
Todas las mouras salían a lavarse el cabello cada noche, mientras los mouros se quedaban dentro durmiendo.
Todo era bastante normal; alguien que dormía, alguien que se lavaba el pelo… Normal.
Pero, un día llegó una moura relativamente perdida. Supuestamente venía de otro sitio, el cual ella no sabía como se llamaba… ¿acaso no sabe donde vive? Se preguntaban todos. Además, nadie entendía por qué llegó hasta allí, era imposible que fuera una moura, dado a que estas, cuando intentan salir del sitio donde viven desde hace generaciones, las para una especie de barrera invisible.
Todos se extrañaban mucho por ello, pero no le dijeron ni preguntaron nada más, se limitaron a observarla.
Ariadna, una moura de al menos 160 años, poca edad para su especie, la comenzó a espiar.
La seguía durante todo el día, hasta que la vio entrar hasta el fondo de la cueva donde vivían. Ahí descubrió cosas brillantes ¿que hay allí? Se preguntó, pero de repente la “moura” recién llegada se giró para comprobar que no había nadie. Gracias a los poderes de Ariadna, no la vio, pero por poco.
A continuación, esta se dio cuenta de lo que había en la cueva, un lote inimaginable de monedas de oro, con el que habían tatuado a todos y todas las mouras y mouros al nacer, a base de fuego. Todos tenían la marca de esas monedas.
Ariadna intentó parar a la otra “moura”, pero justo después de tocarla se dio cuenta de que ella no sabía que estaba allí. Ya era tarde para volver atrás, así que le retorció el brazo a la “moura” para llevársela de allí, pero esta cogió un cuchillo que guardaba en su bolsillo, y se lo puso a Ariadna en el cuello. Seguidamente, entró Sebastian, un mouro muy amigo de Ariadna, y le sacó a la “moura” de encima.Ahora solo había que quitarle el cuchillo. Ellos no sabían el as que tenía la “moura” en la manga. Pues, en vez de ser una moura era una bruja llamada Louren, no le ganarían ni en el mejor de sus sueños.
Louren luchó contra Ariadna y Sebastian, y cuando llegó la noche, exactamente era la de San Juan, y todas las mouras se fueron a lavar el pelo, Louren se hizo desaparecer con el tesoro. Con ella se llevó un trozo del final de la cueva, dejando ver el mar.
Ariadna y Sebastian no sobrevivieron.
Actualmente las mouras solo salen a lavarse el pelo la noche de San Juan, para dejar ver su error de haber salido, y esa misma noche, los espíritus de Sebastian y Ariadna aparecen en la parte de la cueva donde se encontraba el tesoro.
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