En una mañana de verano un moro y su hija llegaron a Galicia, concretamente a un pequeño pueblo llamado Moaña, allí en la parroquia de Domaio. Estes compraron una pequeña casa al lado del mar, desde allí se podía observar la ría de Vigo y cómo construian un puente, el futuro Puente de Rande. La muchacha iba a comprar el pan todos los días a una panadería donde siempre le atendía un apuesto muchacho.
El muchacho llamado Nicolás cuando salía de trabajar iba a asomarse a la ventana de la joven mora y ella se asomaba y bajaba a su encuentro. Ellos iban a dar paseos por la orilla del mar y hablaban. Cuando Laura, la mora, llegaba a casa, su padre le preguntaba de dónde venía, ella le decía que había conocido a un muchacho, el padre se enfadaba y le decía que no quería verla con él nunca más y entonces ella se enfadaba y salía corriendo.
Laura y Nicolás se seguían viendo aunque ya no iban a dar paseos por la orilla del mar, si no que iban a una poza de por allí, para que el padre de Laura no los mirase.
Un día el padre de la muchacha como miraba que su hija seguía llegando tarde y sospechaba que no le hiciera caso, siguió a la muchacha hasta una poza donde estaba Nicolás cuando el padre miró a su hija con aquel muchacho cogió las orquilla que tenía en la mano y se la clavó a Nicolás, la muchacha empezó a llorar fuertemente, Nicolás muere y ella se sumerge en la poza y no vuelve a salir, su padre pasó todos los días de su vida esperando a que su hija saliese del agua pero ella nunca salía. Ahora se dice que puedes escuchar sus llantos en la noche de San Juan.
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