viernes, 1 de junio de 2018

“Río dos Ladróns” Xoana García


Hace unos cincuenta años, había un río llamado Río da Fraga, en Moaña. Era un río bastante transitado y, a sus orillas, había muchos molinos.

Los habitantes de Moaña que tenían molinos allí, iban continuamente a la zona, para hacer la harina y tener el molino en condiciones. Pero, un día, empezaron a suceder cosas muy extrañas. Desparecían utensilios de los molinos, sacos de harina, tablas de madera... Los vecinos, empezaron a preocuparse. Allí, estaba pasando algo muy raro.

A pesar de todo esto, los dueños de los molinos seguían yendo allí, tenían que hacer sus labores y no podían abandonarlas porque estuviese sucediendo algo extraño. Pero, llegó a un punto en el que se cansaron de que les desapareciesen las cosas, y empezaron a idear un plan.
- Esta noche, mi mujer y yo, nos quedaremos dentro de nuestro molino, y vigilaremos a ver que pasa fuera – dijo Juan.
- Yo estoy de acuerdo, si esta noche no descubrís nada, mañana, me quedaré yo con mi primo – contestó Pedro.

Cuando llegaron las ocho de la tarde, todos comenzaron a irse, y Juan y Sandra, su mujer, se empezaron a acomodar en el molino. Les quedaba una larga noche.
- Espero que descubramos algo, ¡esto no puede seguir así! - dijo Sandra.
- Tómatelo con calma – respondió Juan.

Llevaban unas dos horas allí, cuando comenzaron a escuchar ruidos extraños. Juan se acercó a una pequeña ventana que tenía el molino y se puso a observar todo, detenidamente. De repente, a lo lejos, vió como llegaban un grupo de ladrones.
- Sandra, ¡mira esto! – le dijo Juan a su mujer.
- ¡Dios mío! ¿Qué podemos hacer? –preguntó Sandra.
- Yo creo que lo mejor es que hoy los dejemos escapar y, mañana, pasar la noche aquí, todos juntos, y así podremos detenerlos. Tú y yo solos, no seremos capaces – respondió Juan.
- Me parece una buena idea – dijo su mujer.

Durmieron allí, bastante nerviosos por lo que pudiese pasar, pero, de todos modos, felices por haber descubierto que estaba pasando.

A la mañana siguiente, cuando llegaron el resto de dueños de los molinos, Juan y Sandra, les empezaron a explicar todo.
-          Aparecieron como un grupo de seis o siete y empezaron a rebuscar en el molino de Pedro y también en el de Lola, pero creemos que no se llevaron nada – comentó Sandra.
-          Decidimos que hoy podríamos quedar aquí todos y así, conseguiríamos detenerlos. Ayer, entre Sandra y yo, no íbamos a ser capaces y, por eso, tuvimos esta idea.
-          A mí, la verdad, me parece muy buena idea – dijo Pedro.
-          Lo mismo digo – contestó Lola.
-          Pues esta misma noche lo haremos – dijo Juan, dando por finalizada la conversación.

Se pasaron el día por allí, excepto Juan y Sandra, que se fueron unas dos horas a su casa, para poder descansar y hacer las tareas. A eso de las cuatro de la tarde, volvieron a los molinos, y comenzaron a organizarse, para pasar la noche allí.

-          Dormiremos todos juntos en mi molino – comentó Pedro.
-          ¡Vale! Así, cuando lleguen los ladrones saldremos todos y les podremos dar un buen susto.

Llegadas las diez de la noche, se metieron dentro del molino y, mientras Lola, Sandra y María vigilaban por las pequeñas ventanas, Pedro, Juan y José pensaban que les harían a los ladrones.

Eran las doce cuando aparecieron allí, esta noche, solo eran cuatro. Cuando se disponían a empezar a robar, salieron todos del molino y agarrándolos les dijeron.
-          Vivimos de esto y, vosotros, nos estáis arruinando, así que más os vale no volver por aquí – dijo Pedro.

Se quedaron mirándolos y, en cuanto se despistaron un poco, entre Pedro, José, María y Lola, les dieron un empujón, y cayeron de cabeza al río.
-          ¡Qué os vaya bien! – gritó Juan.
-          Por fin podremos vivir tranquilos- dijo Sandra.

Y de esta manera, todos se quedaron contentos, empezaron a vivir mucho más tranquilos y a esta zona, ya le quedará siempre el nombre de río dos Ladróns.

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