Tus ojos penetraban en los míos con gran intensidad , como si de alguna manera quisieras meterte en mi mente.
Era tan emocionante y a la vez insignificante aquella efímera mirada, que con sentimientos puros y ojos cerrados , se podía saber que tus ojos me estaba mirando , y me decían: “te quiero”, pero un te quiero frío , tan congelado e inexpresivo que causaba cierto temor y respeto, pero del mismo modo que me lo decías , me quedaba en la mente, impregnado con una tinta tan fuerte y tan llena de emociones que siempre enseñaba la simpleza y la soledad del negro, además de acompañarla con una antipática mueca de recelo que muestra un mismo lobo a su presa, el sufrimiento de pensar: “nunca me acercaré a nadie, yo solo observo desde las sombras”, una mueca que aunque tenga capas de resentimiento encima , en el fondo se puede observar lo dolorida y consternada que se siente. Tus ojos son como los de un lobo , expresan todo y no expresan nada a la vez, porque reflejan tu alma, tu delicada y profunda alma.
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